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sábado, 29 de agosto de 2009

Que si!

Como tu comentario lo merece, Solateras, en nueva entrada te doy toda la razón. Y añado un vídeo que me ha encantado también. Este si, con mejor aire de malevaje. Creo - aunque no te conozco - que los dos sabemos de aquello del siguiente bar y la próxima copa. Y el que no se lo sepa, a estudiar!.

Gracias por recordarme las cosas de la calle.

miércoles, 26 de agosto de 2009

El Tango

Por sí mismo, porque merece la pena deleitarse con estos pocos minutos, que saben a gloria y a casi nada.

Y, muy especialmente, dedicado a mi buen Javier Ribas, con quien tanto me gustan los tangos...



martes, 25 de agosto de 2009

Por pura lógica (Algo contigo)


Por pura lógica
pondría mis labios en tu espalda
Y bajaría hasta tus muslos besando,
lamiendo,
sabiendo...

Por pura intuición iría
espalda arriba hasta tus hombros,
Recorriéndote, mordiendo, mojando...

Y llegaría a las manos por tus brazos,
hasta los dedos
para chuparlos despacio, uno a uno

Por puro deseo volvería tu rostro,
y tu cuerpo con él.
Mordería tus labios para irme
siguiendo el camino de tu garganta
hasta tu pecho,
hacia tus axilas, hasta el costado.

Por urgencia entraría en tu vientre
y en tu sexo

Y por no morirme, me quedaría sobre ti



sábado, 22 de agosto de 2009

Elvira


La habitación es verde y huele a lejía. Ellos visten de blanco. Elvira los ve y los distingue; no sabe sus nombres. Tampoco le interesan

La misma imagen se sucede cada día desde hace meses. Los mismos sonidos detrás de la ventana enrejada. Los ojos y los oídos de Elvira han crecido. También han crecido sus pies y sus manos.

Sus manos...

Donde la mano del psiquiatra la aferró aquel día, crece una costra pertinaz que ella mira con desgana, sin demasiado asco. La mira como quien mira la victoria que conocía desde siempre.

Y habla, habla mucho, Elvira habla con la mujer vestida de negro. Durante todo este tiempo ella ha sido su única referencia, constante, cercana, amable. La mujer de negro también huele la lejía, como Elvira, y escucha los ruidos que vienen de fuera como la nieve al caer.

— ¿Cómo está mamá?. — pregunta Elvira a la mujer de negro.

— Ha cambiado — responde —, ahora no es aquella que veías con los ojos cansados. No es aquella a la que pegaban y callaba. Ahora es un ser de luz.

— ¿La puedo ver?. — Elvira pregunta sin ansia, con deseo pero serena, en la habitación verde.

— Pronto. — dice la mujer vestida de negro — . Ella te espera.

La clase diaria de Elvira es ver sin los ojos. Ha conseguido escuchar al psiquiatra subida en una luciérnaga.

Es nueve de noviembre. El ambiente es de fiesta. Se nota porque los de blanco entran menos en la habitación: esta mañana solo dos veces. A las 8, para despertarme con un termómetro (que no se por qué llevan un año poniéndomelo, si no tengo fiebre nunca), y a las 12 para anunciarme — anuncio inútil, desde hace casi un año — que pronto me servirán la comida.

Elvira sabe que esta cerca algo importante. Anoche, la mujer vestida de negro la acompañó hasta un acantilado oscuro. Hablaron y la ayudó a saltar al abismo. Era el final de todo un círculo de aprendizaje. Elvira se desintegró en el salto para llegar al fondo del mar reunida en sí misma, sin daño alguno.

Se sintió feliz.

Luego le dijo: tranquila, dentro de poco todo acabará.

Hoy es 12 de Noviembre de 2010. Se ha declarado un pavoroso incendio en el Hospital. Elvira, ya libre, sale entre las llamas sin que nadie lo impida.


(Inventario. Sabina. De cuando mi novia era su novia...)