Desgrana en su homilía los pecados del mundo, la lista de los Reyes olvidados, la razón de la esperanza perdida.
Conviene, con su ser más íntimo, que tiene la mejor de las figuras, la vida más intensa. Se siente bien, no calla las heridas ni presta su piel a la lluvia.
Cojear es para necios, saber es para locos y soñar es un arte perdido.
El intenso ruido del mundo que habito cada día se ha empeñado en abrirse paso a través de esos sueños que aún hoy siguen enredados frente a mis ojos. El corazón no está limpio para vivir impunemente ciertas cosas.
El mundo en el que he estados es raro. En él convive sin pudor la armonía de lo natural y la prostitución como estilo. La subsistencia y el comercio. El océano profundo a pie de playa y la ingenuidad de los niños jugando desde primera hora en él, sin miedos, sin prohibiciones, como una parte más de ese cuadro surrealista.
Me empeñé en traeros los colores más brillantes y poder así, al menos durante un rato, llevaros de la mano entre plátanos y cocoteros, por la arena blanca de polvo de coral a la orilla del agua. Subiros en los transportes que allí se usan, y que compiten ventajosamente con cualquier tiovivo de la mejor de las ferias, por su color, sus adornos y su ruido. Llevaros por la noche al “Chili Bar” en donde la simbiosis se hace aún más patente y se puede ver toda suerte de foráneos afincados en la zona, más o menos entrados en años, compartiendo billar y whisky con los oriundos.
Y, finalmente, quitando y quitando paja, me he quedado con lo esencial, con ese telón de fondo que es común a todas las horas del día y que, pasando casi desapercibido, le da un tinte único a la vida en aquel lugar: Las risas. Porque alli los niños juegan, y se ríen, y las madres no los vigilan, sino que entran al agua con ellos y ríen juntos. Y los padres se sientan en la playa o cargan con sus bebés comiéndoselos a besos; comparten un plátano o los ven jugar a una especie de “tejo” improvisado con sus propias zapatillas.
O al menos eso es lo que creí ver en mi sueño. Y ahora me pregunto, cada día, qué narices hago aquí.
Bueno, esta vez toca algo menos intenso. O no, o es mucho más intenso que cualquier otra cosa. El caso es que creo que, mas que un acto, quiero que sea una forma de vivir. ¡Nos vamos de viajeeeee!. Si señores. Despues de algunos meses de trabajo, preparación, correos electrónicos, risas y alguna que otra incertidumbre, por fin mañana iniciamos la primera etapa de nuestro viaje. Siete amigos nos reuniremos en Madrid a eso de las 9 de la noche para cenar y disfrutar. Comentaremos algunas cosas de última hora y nos iremos a dormir. El Miercoles, temprano, a las 7 más o menos, saldremos hacia Barajas para tomar un avión rumbo a FILIPINAS... Que si!, que nos vamos a bucear al otro lado del hemisferio Norte. Y aunque se nos va a ir media vida en el avión, me encanta contarlo. Nuestro destino: Cebú. Nuestra localidad: Moalboal. Nuestro objetivo: Bucear y disfrutar. El resto os lo cuento al regreso.
Un homenaje a los amores imposibles y a mi amigo Javier, con quien comparto el gusto por el tango.
Un pensamiento instantáneo y eterno para el ser amado . Una reflexión – otras más – que nos enfrenta al destino. Que tanto da un tango, o el beso que sigue a la copa o la mentira insertada a modo de adorno en el florero del salón.
Y, sin embargo, que bueno habría sido, ¿verdad?. Que pasión y cuanto celo en aquel tiempo, cuando mirarse era el mundo. Y ahora lloras la cruel imagen de lo que fue y no es.
Sea esta copa por lo mejor de todo. Y las lágrimas para remojar las raíces que lo necesiten, que estas que tengo en el alma, ya no salen adelante, amigo.