Dejo aquí esta breve reflexión sobra las causas y consecuencias de la situación que se vive en el momento actual en nuestro país. Si a alguno le sirve para conocer más a fondo todo lo que se nos está imponiendo por "Real decreto", ya habrá merecido la pena.
Es necio juzgar como ineptos de
manera arbitraria a quienes dirigen nuestros destinos. Y a sus representantes
en la tierra: lo políticos.
Desde la creación de los Estados,
una de las preocupaciones fundamentales de la clase dirigente ha sido la de procurar
que la posibilidad de asegurar la alimentación de manera suficiente, no se
viese frustrada por la presión de la población sobre el medio. Es decir, que la
carga demográfica de cada estado no sobrepasara la capacidad de la Naturaleza
para proporcionar alimento.
En las culturas preestatales, uno de
los métodos utilizados para facilitar el control de la población fue el
infanticidio. Estas conductas se observan en algunos primates en los que los
métodos oscilan entre la precipitación (dejar caer…) de la cría desde cierta
altura, hasta el descuido en la alimentación, lo que conlleva a corto plazo la
muerte por inanición.
La Guerra Interna, que fue utilizada
por las culturas preestatales como medio de ampliación del territorio cuando la
presión demográfica sobre el terreno sobrepasaba su capacidad productiva, se
vio sustituida en las Culturas Estatales por la Guerra Externa: la conquista de
nuevos territorios a otros estados con lo que conlleva este hecho en la creación
de súbditos y esclavos capaces de realizar las tareas más penosas con escaso
aporte energético y ser sustituidos fácilmente.
Tanto en un caso como en otro, el
control de natalidad se hizo necesario. Y pronto se constató que la mayor
eficacia en la limitación reproductiva se obtenía bien mediante el infanticidio
femenino o limitando por cualquier otro medio la cantidad de hembras ya que, un
solo macho, es capaz de fecundar multitud de hembras. Este hecho, en sí,
aumentó las tensiones entre los machos, propiciando las guerras que aseguraban
un número suficiente de individuos muertos para regular la presión demográfica
sobre el medio.
Tanto el infanticidio como la guerra
externa se han demostrado excesivamente costosos para las sociedades, pero
suficientemente eficaces en el control demográfico como para abandonarlos como
método de regulación de la población. La incultura y la pobreza generan el
ambiente más propicio para que estos dos sistemas continúen siendo operativos
sin que el costo moral de los estados sea un factor operativo.
Por ejemplo: es más favorable
generar guerras en países externos, especialmente en aquellos en los que las
materias primas son deseables y abundantes, que intervenir directamente en la
guerra con estos países, lo cual conlleva un coste moral excesivo para el país
generador del conflicto.
De esta manera se asegura el control
de esa guerra (en algunos casos), el beneficio sobre la explotación de la
materia prima por parte de empresas foráneas afines y el beneficio de la
industria armamentística que, a su vez, frecuentemente reside en el país
generador del conflicto. Las modernas estrategias conllevan que este último
país, el generador del conflicto, facilite armamento a los dos bandos
contendientes en desigual medida, asegurando la prolongación de la contienda y
el éxito de una de las partes e invirtiendo, según el momento histórico
concreto, los beneficios de estas estrategias en la creación de nuevas guerras
externas.
Hemos asistido durante décadas al
favorecimiento indirecto del infanticidio femenino en la República Popular
China. Desde la imposición del “crecimiento
-1” en China, tras la Revolución Cultural, en un vastísimo territorio con
economía fundamentalmente agrícola y casi nula modernización de los medios de
producción, las familias tendieron a exterminar a las hembras en espera de
engendrar machos, más fuertes y capaces de atender las tareas agrícolas y
mantener a los progenitores en su vejez. Es este el mejor ejemplo de
infanticidio femenino, auspiciado indirectamente por el Estado, que se me
ocurre.
Pero si atendemos al propósito que
desde hace décadas se planteó el Club Bilderberg de “eliminar dos mil millones de estómagos inútiles” en la Tierra nos
daremos cuenta de que lo que acabo de exponer no son más que aproximaciones a
la metodología estructural planificada por el Poder.
En efecto, los datos de la OMS nos
proporcionan una visión más clara del asunto: generar de manera sistemática y
solapada la forma de exterminio de la población sobrante. De esta manera no hay costo moral en el control de la
población y se puede manejar localmente según la facilidad que el medio exija.
Pongamos el caso de España.
Enmarcada en el cuadrante Nor-Occidental (la zona de lujo) del planeta, en el
momento actual tiene un 21,6 % de su
población por debajo del umbral de la pobreza. Este hecho no solo supone que
ese 21,6% esté excluido del acceso a la sociedad
del bienestar, sino otra serie de fenómenos mucho menos evidentes y
bastante más determinantes: deficiente alimentación en todos los sectores de
edad, acceso muy limitado a la cultura y, por causa de la gestión actual del
Gobierno de la Nación, deficiente acceso a la cobertura sanitaria y limitación
de un control de natalidad seguro con lo que esto conlleva de aumento de
morbi-mortalidad materno-fetal perinatal.
Es decir: ¡con la generación de
pobreza están asegurando un control demográfico! Hasta ahora, la
industrialización y la incorporación eficaz de la mujer al trabajo, habían
frenado el índice de natalidad en todos los países post-industrializados. Ahora
se sucede otra vuelta de tuerca a este proceso: la creación de circunstancias objetivas
que suponen que nuestra población poco a poco se equipare a los estándares de
países subdesarrollados en lo referente a mortalidad fetal, perinatal e infantil
y es de esperar, caso de persistir la situación actual, un descenso en la
esperanza de vida (EV) que, en el momento actual se sitúa en unos 79 años para
los hombres y 83 para las mujeres (OMS; 2011). En los medios con ingresos más
bajos, esta EV se sitúa en 59 años para los hombres y 61 para las mujeres y en
los medios-bajos, 64 y 68 respectivamente. ¡No deja de ser un sabroso bocado
desde el punto de vista del control demográfico someter a la pobreza a casi un
cuarto de la población del país!!
Pero es que, además, la mortinatalidad
con ingresos bajos (siempre con datos de 2011 de la OMS) es de 26 por cada 1000
nacimientos, es decir que de cada 1000 gestaciones 26 fetos morirían. Para los
ingresos medios-bajos la cifra es de 21 y, de ahí, pasa a 9 y 3 para los
ingresos Medios-Altos y para los Altos respectivamente. Parece que las cifras
son suficientemente significativas como para favorecer la pobreza de la
población en aras al control demográfico.
Pero hay más. En el siguiente cuadro
vemos la alarmante disminución de la Esperanza de vida según los ingresos:
Tasa de
mortalidad de adultos
(Probabilidad de morir entre los 15 y los 60 años por 1000
habitantes)
Hombres
Mujeres
1990 2011
1990 2011
364 288 308 245 Ingresos bajos
159 109 78 59 Ingresos altos
Solo falta una variable por
analizar. ¿Por qué ha sido posible todo esto en España? Creo que el Poder ha
utilizado con suma inteligencia la característica del pueblo español para la
aplicación de esta estrategia. Podría haberlo hecho de igual manera en otros
países (Grecia, Portugal, Italia…) pero es el mío al que me refiero. Y ha
utilizado la ancestral incultura de nuestra población y su tendencia religiosa
aprehendida durante décadas para favorecer el mandato de un Gobierno teocrático
que en muy poco se diferencia de algunos gobiernos musulmanes tan criticados.
Amparado en las sombras de la incultura ha instituido un sistema que favorece
el exterminio paulatino de las clases menos favorecidas mediante un control de
natalidad indirecto que no les supone “daño moral”, muy especialmente dirigido
hacia la mujer, potenciando a la vez la competitividad y la eficacia en la
producción, de manera que la disminución de puestos de trabajo no merme la
productividad.
La situación recrea la estrategia
del súbdito y el esclavo, esa en la que con poco gasto y escaso aporte
energético, el Estado se asegura la mano de obra necesaria para la producción.
Asegura a medio plazo el control de la natalidad por un doble mecanismo:
voluntario, ante la imposibilidad de mantener a la prole e indirecto por falta
de cobertura sanitaria, lo que conlleva un aumento de mortalidad
materno/infantil. De igual manera, a medio plazo, de mantenerse la tendencia,
provocará una disminución de la esperanza de vida con lo cual, el sistema de pensiones,
se hará menos insostenible para un Estado que sigue creyendo que la Sanidad, la
Educación y las pensiones de los mayores, deben ser rentables o desaparecer como prestación pública.
Como todo Estado que se precie de
serlo, los estamentos reforzados son siempre dos: la policía y los sacerdotes.
Ambos grupos sociales garantizan la sumisión del pueblo y el control del mismo
por parte de la clase dirigente. Sí, “clase”, o “casta”, porque de eso se trata
en pleno S. XXI: de mantener el poder de las castas del Estado por encima de
las necesidades de la población, incluso de las básicas si llega el caso (como
ha llegado) en aras a la perpetuación de la prevalencia de ese Poder
supranacional que se arroga el derecho —y lo ejerce con soltura— de dirigir los
destinos del mundo y sus pobladores.