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jueves, 16 de abril de 2009

Sobre el silencio

Es difícil entender la noche cuando la hora de acostarse se impone sobre la necesidad del silencio. Y el silencio no se encuentra en el sueño. Puede, pienso, que el sueño sea lo más próximo a la muerte. Para mi, el silencio, es lo más próximo a la vida.

Al final de la jornada casi nunca analizo lo que fue. Suelo recogerme en casa con mi música, la que me acuna el sentimiento. La sensación no es fácil de explicar: ropa cómoda, ambiente sosegado, ningún ruido... ¡Es mi hora!. O no. Es la hora de vivir tranquilo y en armonía con mi propio ser, alejado ya del ruido del mundo que vivo cada día.

Cuando acabo el trabajo (que nuca se acaba, ya sabemos), procuro encontrarme con el mundo; rico en matices y voces ajenas al run-run de cada día. Por ejemplo: esta noche trataba de arreglar una reforma en Ibiza. Y gozaba pensando en los detalles, en los precios incluso, en los viajes. Eso después del trabajo intenso. Más tarde hablaba con un hombre que podría abrir un agujero a los pies de mi casa y, mirándonos, aplazamos el trato a un momento más adecuado.

Y pienso que la vida es mucho de eso y menos de televisión, periódico o modas ocasionales. Confieso mi torpeza en estas lides. Mi edad solo me ha prestado soltura en la mirada franca, en la verdad y en la sonrisa abierta: soluciones nimias a los problemas cotidianos, aunque a veces son útiles.

Me gusta la franqueza en la mentira casi tanto como odio la mentira como escudo. Puede que viva diariamente la primera en mi trabajo, pero combato la segunda, activamente, en mi andar cotidiano. Y es todo un arte diferenciar la subsistencia del simple oportunismo. Cada día compruebo en mi trabajo la diferencia entra lo uno y lo otro.

Esta noche volveré a medir versos con la incongruente noción del presente que se me ofrece. Y mañana los borraré con vergüenza, deseando un momento más lúcido para escribirlos.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

¿qué hora es amor...?. Siempre tarde

Pilar dijo...

Las horas mágicas son esas de la noche, cuando todo duerme menos los noctánbulos, los que disfrutamos de la luna nueva, de la llena, de la vieja, del café a altas horas, del vino que adormece, de las conversaciones que sólo se tienen después de la una de la madrugada, cuando nada importa, ni nadie nos oye.
En fín, que a mi tb me encanta "ese silencio".
Un beso enorme

Javier dijo...

Manuel, quien te lee pensará en un ser casi solitario, silencioso, hacia adentro. Y yo he disfrutado contigo, de tu conversación de tu risa, de tus ganas de hacer. ¿Dr. Jekill y Mr. Hide? ¿ O es que en la noche, despierto, recargas las pilas?

Un abrazo amigo noctámbulo.

Anónimo dijo...

Echaba de menos esas descripciones de cuando conocerte era magia. Nunca cambies eso, te hace encantador.