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martes, 28 de abril de 2009

Burujón 2009



No me importó haber madrugado hasta que llegué a la cita. ¡Menuda encerrona!. Ya lo ha escrito Rosa: a penas unos minutos de café rápido y escasamente reparador, y el encuentro con unas mesas dispuestas como si nada. Así, como quien no lo ha pensado, en un entorno de calles que montones de niños pintaban afanosamente.

Mas tarde supe que esa terca idea de pintar el suelo fue uno más de los inventos de Santiago. Esas cosas que él lega a la posteridad, y ahí queda, para que los niños le den continuidad...

Mis exámenes orales de Anatomía Humana eran un juego de Ursulinas al lado de esto!... Llegamos a Burujón desde Madrid sin mucho tráfico y Rosa busca su lugar en aquel espacio conocido desde hace cinco años. Pero conseguí mi café a trancas y barrancas. ¡Ah!: ¡las Barrancas!. Esas vendrían mas tarde. Pero había que escribir... ¿O Trabajar?. ¡No!: escribir.

¡Y vaya que si!. Mi prueba de fuego fue una preadolescente que tenía prisa por irse a sabe Dios qué tareas, y que, aquello de que le escribiese yo un cuento, se la traía al fresco. Pero ella, y yo, aguantamos como valientes. Escribí algo que ni me acuerdo qué decía. Y la chiquilla se fue a lo que tenía que hacer, que seguro era mucho más interesante.

Luego vinieron mas niños, mayores y menores, con más o menos intención. Pero vinieron a que se les escribiese un cuento. Un cuento que exigía un nombre y dos palabras mágicas. No sabemos si sus palabras eran o no mágicas, pero ellos las decían y el cuento se fue creando a golpes de prisas o imaginación.

No puedo olvidar mi último relato, escrito para la “Princesa Edurne”. Ese pequeño, maravilloso ser, me dio dos claves bien conocidas para su cuento favorito. Era tan pequeña como un soplo y tan dulce como el mismo cuento que le regalé. Edurne quería un cuento con dos palabras mágicas: “Princesa” y “color lila”.... ¡ Como debe ser !.

Era tan pequeña que, al terminar, en brazos de su mamá, le dije a ella — a la mamá — : “Ni se lo leo... Léelo tú esta noche”. Y esa mamá me dijo: "Siempre le gusta que le lea cuentos de princesas para dormir".

Y luego, el paseo inolvidable por las Barrancas, pero por la izquierda... que la parte derecha todo el mundo la conoce (decía Santiago). El vértigo de acercarse a los cortados; el baño de trigo de los niños. El viento que nos hacía veletas inestables frente a los campos verdes.

Nos quedaron unos minutos para hablar y coincidir. O discrepar, que tampoco es importante el acuerdo si el día fue bueno.

Cuanto cansancio acumulado para volver a Madrid y cuanto sueño pegado a los ojos para recordar y manchar papeles como yo lo hago ahora.

Ya no me queda mas que decir: ¡ Gracias, Santiago!. ¡ Gracias, una vez más, Burujón...!

6 comentarios:

Pilar dijo...

Y de nuevo la envidia!! Me habría encantado ver a Edurne! jejej.
Conserva estos bonitos recuerdos. Un beso

Anónimo dijo...

Gracias, Manuel. La crónica es buena, muy buena.

Saludos cordiales de ssgrg

La Solateras dijo...

Seguro que te salieron unos cuentos también mágicos.

Manuel dijo...

Pues se me ocurre una cosa, Pilar:

Te haces de la Asociación y vienes con todos nosotros a este rosario de actividades que se están preparando. ¿No te parece buena idea?.

Estoy bien seguro de que tienes mucho que aportar / aportarnos y de que lo pasarías genial.

Venga, anímate!

Un beso

Manuel dijo...

Gracias, ss, pero lo realmente bueno es ese pueblo de milagros, Burujón, y las personas que comparten en cada ocasión estas visitas.

Manuel dijo...

Ufff... Solateras, pero no veas qué trance!. Me anima el hecho de pensar que el fin de aquellos folios, casi seguro, sería convertirse en aviones para llenar el cielo de Burujón.

Gracias por asomarte.