
Sueño que la fatiga se anuda en torno a mi garganta. El maestro cincela con amor la piedra mármol y la convierte en suavidad, en deseo: en la belleza.
Antes del baño, Afrodita se cubre con un leve velo. Ajena a su belleza se acerca a la hydria, vuela, sueña. Es hermosa desde lo más hondo del tiempo, sin destino, solo para serlo. Y, precisamente esto, es lo que la hace eterna. Afrodita no sabe de celos ni victorias; nada se mueve en ella para ser ofrecido. El cielo se abre para contemplar ese huracan de sus caderas, pero ni una gota del océano la ha de tocar. Y ella que nada sabe, lo sabe.
El maestro enloquece por esa distancia ingenua de la diosa. ¿Cómo atrapar la belleza?. Y busca entre el polvo la hermosura, y halla en la belleza la razón de su obra incompleta. Igualar el tacto de la piel y la piedra. Friné es la diosa.
Ya convertida, ahora no Afrodita, Friné deja caer lánguidamente sus vestiduras y se gira en un gesto despreocupado de pudor. Su mano no alcanza a cubrir el centro del Universo. Es el mismo universo que salvará su vida ante los jueces, acusada de desvelar los más íntimos secretos del misterio de la vida y la fecundidad. El mismo universo que llenará de amor y ciencia el mundo allá por donde la Diosa pasea.
Ahora, amante, Friné reclama para si la imagen de Eros, la más preciada para el maestro. Se sumerge en el agua y cierra los ojos dejándose besar por su destino.
Antes del baño, Afrodita se cubre con un leve velo. Ajena a su belleza se acerca a la hydria, vuela, sueña. Es hermosa desde lo más hondo del tiempo, sin destino, solo para serlo. Y, precisamente esto, es lo que la hace eterna. Afrodita no sabe de celos ni victorias; nada se mueve en ella para ser ofrecido. El cielo se abre para contemplar ese huracan de sus caderas, pero ni una gota del océano la ha de tocar. Y ella que nada sabe, lo sabe.
El maestro enloquece por esa distancia ingenua de la diosa. ¿Cómo atrapar la belleza?. Y busca entre el polvo la hermosura, y halla en la belleza la razón de su obra incompleta. Igualar el tacto de la piel y la piedra. Friné es la diosa.
Ya convertida, ahora no Afrodita, Friné deja caer lánguidamente sus vestiduras y se gira en un gesto despreocupado de pudor. Su mano no alcanza a cubrir el centro del Universo. Es el mismo universo que salvará su vida ante los jueces, acusada de desvelar los más íntimos secretos del misterio de la vida y la fecundidad. El mismo universo que llenará de amor y ciencia el mundo allá por donde la Diosa pasea.
Ahora, amante, Friné reclama para si la imagen de Eros, la más preciada para el maestro. Se sumerge en el agua y cierra los ojos dejándose besar por su destino.