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jueves, 30 de abril de 2009

Pasos perdidos


Nunca supo donde perdió los pasos.

Con frecuencia
mira viejos papeles
y vuelve la cabeza hacia otro lado.

A solas, como siempre,
el tiempo vacía su piel a jirones
y pregunta al revisor: ¿cuanto falta?.



martes, 28 de abril de 2009

Burujón 2009



No me importó haber madrugado hasta que llegué a la cita. ¡Menuda encerrona!. Ya lo ha escrito Rosa: a penas unos minutos de café rápido y escasamente reparador, y el encuentro con unas mesas dispuestas como si nada. Así, como quien no lo ha pensado, en un entorno de calles que montones de niños pintaban afanosamente.

Mas tarde supe que esa terca idea de pintar el suelo fue uno más de los inventos de Santiago. Esas cosas que él lega a la posteridad, y ahí queda, para que los niños le den continuidad...

Mis exámenes orales de Anatomía Humana eran un juego de Ursulinas al lado de esto!... Llegamos a Burujón desde Madrid sin mucho tráfico y Rosa busca su lugar en aquel espacio conocido desde hace cinco años. Pero conseguí mi café a trancas y barrancas. ¡Ah!: ¡las Barrancas!. Esas vendrían mas tarde. Pero había que escribir... ¿O Trabajar?. ¡No!: escribir.

¡Y vaya que si!. Mi prueba de fuego fue una preadolescente que tenía prisa por irse a sabe Dios qué tareas, y que, aquello de que le escribiese yo un cuento, se la traía al fresco. Pero ella, y yo, aguantamos como valientes. Escribí algo que ni me acuerdo qué decía. Y la chiquilla se fue a lo que tenía que hacer, que seguro era mucho más interesante.

Luego vinieron mas niños, mayores y menores, con más o menos intención. Pero vinieron a que se les escribiese un cuento. Un cuento que exigía un nombre y dos palabras mágicas. No sabemos si sus palabras eran o no mágicas, pero ellos las decían y el cuento se fue creando a golpes de prisas o imaginación.

No puedo olvidar mi último relato, escrito para la “Princesa Edurne”. Ese pequeño, maravilloso ser, me dio dos claves bien conocidas para su cuento favorito. Era tan pequeña como un soplo y tan dulce como el mismo cuento que le regalé. Edurne quería un cuento con dos palabras mágicas: “Princesa” y “color lila”.... ¡ Como debe ser !.

Era tan pequeña que, al terminar, en brazos de su mamá, le dije a ella — a la mamá — : “Ni se lo leo... Léelo tú esta noche”. Y esa mamá me dijo: "Siempre le gusta que le lea cuentos de princesas para dormir".

Y luego, el paseo inolvidable por las Barrancas, pero por la izquierda... que la parte derecha todo el mundo la conoce (decía Santiago). El vértigo de acercarse a los cortados; el baño de trigo de los niños. El viento que nos hacía veletas inestables frente a los campos verdes.

Nos quedaron unos minutos para hablar y coincidir. O discrepar, que tampoco es importante el acuerdo si el día fue bueno.

Cuanto cansancio acumulado para volver a Madrid y cuanto sueño pegado a los ojos para recordar y manchar papeles como yo lo hago ahora.

Ya no me queda mas que decir: ¡ Gracias, Santiago!. ¡ Gracias, una vez más, Burujón...!

viernes, 24 de abril de 2009

Conste que esto no es un poema, ¿eh?






Somos dos.
Y somos dos que nos queremos
con un futuro imperfecto lleno de excepciones.

No me toques las narices
— esa es una —
No me digas que me quieres...

No dio tiempo a escuchar la continuación.
Pero esa es otra de las excepciones,
sea lo que sea que se continuase.
Y ya es raro que nos queramos y
lo nuestro sea decir
¡“No me digas que me quieres”!

Porque la frase, en si
era más compleja, era tan fácil como decir
“no me digas que me quieres ayudar”,
“no me digas que me quieres dar un beso”.
Así, con incredulidad y deseo: un beso,
Un poco de ayuda.

Pero la palabra llegó como un
accidente de tráfico.
No, no: ¡llegó como un cataclismo!.
La voz apisonadora, completa,
definitiva, la que acalla cualquier clamor.

Llegó.

No te puedo ayudar.
Triste composición de quien empuja la vida junto a tu hombro.
Tienes un problema que...
Oscuro diagnóstico de quien no va a acompañarte al médico.

Bueno. El caso es que
con o sin dientes me ha masticado el alma
— valga la caníbal expresión —
y ya no me saca de este enredo ni el “punto G”
perdón...
ni el G-9
... o era el 8?

Bueno, yo es que, de política, no entiendo.
Solo de amor y versos con sentimiento,
aunque esto no sea un poema.

jueves, 23 de abril de 2009

Obsesiones





Reconozco que hay momentos sublimes en los que creemos que casi todo nos da lo mismo. No es verdad, ya lo sabemos, pero mientras dura esa sensación, nos recorre el cuerpo una noción de libertad casi mística. Y creemos ser felices. Por unos momentos.

Yo, que me tengo por concienzudo, en los intermedios, trato de sistematizar el galimatías de sentimientos pernisosos del desamor, por ese ansia científica mía de hacerlos reproducibles. O sea, que pienso y pienso a ver cómo consigo recuperar los momentos felices desde aquellos otros en los que me siento desgraciado.

Y no hay manera. Algo debe fallar, porque cuando estoy que da pena en la cuestión de los ánimos, no hay forma de mejorar la situación. Un día de estos acabaré por tirar la toalla y decir aquello tan murciano de “lo que é, é” (traducción al castellano: “lo que es, es”).

Pero lo que me hace sentir más torpe aún es que tengo distintos recursos muy a mano para mejorar (teóricamente) las situaciones. Me gusta estar con los amigos, tomar cervezas o copas, pintar, escribir, escuchar música e, incluso, pensar en la musaraña. Y no hay forma, los chuzos van a donde van.

Juro que esto no tiene nada que ver con la crisis: es algo que me acompaña desde siempre. Y me da grima pensar que es una incapacidad congénita mía. Hay quien, periódicamente, me manda al psicólogo o al psiquiatra, según ande su propio estado de ánimo o su rencor. Yo personalmente creo poco en los psicólogos y nada en absoluto en los psiquiatras. Por eso sigo tratando con ahínco de recordar en cada momento cómo eran las cosas la última vez que fui feliz, y recobrar ese camino. No siempre es posible. Invariablemente alguien de tu entorno más cercano y afectivo, se opone a esa voluntad esgrimiendo el arma de sus últimas voluntades. No soy yo de dejar las cosas en manos ajenas, pero es que, madremiademialma, a veces es muy difícil superar ciertas zancadillas.

Como esta reflexión no tiene corolario, ni los sentimientos que la animan están por desaparecer, os dejo el bolero de Sabina como voz de dudosa esperanza. Y si a alguien se le ocurre una receta maravillosa que alivie los males del alma cuando uno se encuentra frente al des-alma-do, que tenga la bondad de escribirla.

Será muy de agradecer.

miércoles, 22 de abril de 2009

Metodi Kirilov


Mezclo con los dedos hielo y soledad.

Mientras, en la esquina de la plaza, el acordeón
me encadena al tango con sus sombras,
sin la piedad que espero.

Los últimos, ausentes,
ignorantes compañeros de este trance,
se retiran arrancándose los codos de la barra.
Y no miran
ni al mendigo inteligente de la boina, que sonríe,
ni el otoño pintado en mi mirada, que se cierra
cada vez que llevo un trago desde el vaso hasta tu ausencia.

Nos miramos, el artista y mi locura,
en la cómplice certeza del absurdo.

Y nos vamos.


martes, 21 de abril de 2009

La Ejecutiva

(dedicado a quien amo)












Calienta la cama de doce a siete.

Puede repetir
sus gestos hasta el infinito.
Ser y no ser distinta
o vana.

Elige la ropa adecuada,
como elige cada silencio,
como cierra la madrugada en sueños vacíos.
Se pregunta ¿qué me gusta?
antes de ¿dónde voy?.

Solo tiembla si duda,
—Y siempre duda—
si todo quedó en el sitio de siempre,
si las palomas siguen perdidas en el parque.
Si hoy no sabe cómo vivir.

Busca el sueño como refugio
mientras maldice su elección.



jueves, 16 de abril de 2009

Sobre el silencio

Es difícil entender la noche cuando la hora de acostarse se impone sobre la necesidad del silencio. Y el silencio no se encuentra en el sueño. Puede, pienso, que el sueño sea lo más próximo a la muerte. Para mi, el silencio, es lo más próximo a la vida.

Al final de la jornada casi nunca analizo lo que fue. Suelo recogerme en casa con mi música, la que me acuna el sentimiento. La sensación no es fácil de explicar: ropa cómoda, ambiente sosegado, ningún ruido... ¡Es mi hora!. O no. Es la hora de vivir tranquilo y en armonía con mi propio ser, alejado ya del ruido del mundo que vivo cada día.

Cuando acabo el trabajo (que nuca se acaba, ya sabemos), procuro encontrarme con el mundo; rico en matices y voces ajenas al run-run de cada día. Por ejemplo: esta noche trataba de arreglar una reforma en Ibiza. Y gozaba pensando en los detalles, en los precios incluso, en los viajes. Eso después del trabajo intenso. Más tarde hablaba con un hombre que podría abrir un agujero a los pies de mi casa y, mirándonos, aplazamos el trato a un momento más adecuado.

Y pienso que la vida es mucho de eso y menos de televisión, periódico o modas ocasionales. Confieso mi torpeza en estas lides. Mi edad solo me ha prestado soltura en la mirada franca, en la verdad y en la sonrisa abierta: soluciones nimias a los problemas cotidianos, aunque a veces son útiles.

Me gusta la franqueza en la mentira casi tanto como odio la mentira como escudo. Puede que viva diariamente la primera en mi trabajo, pero combato la segunda, activamente, en mi andar cotidiano. Y es todo un arte diferenciar la subsistencia del simple oportunismo. Cada día compruebo en mi trabajo la diferencia entra lo uno y lo otro.

Esta noche volveré a medir versos con la incongruente noción del presente que se me ofrece. Y mañana los borraré con vergüenza, deseando un momento más lúcido para escribirlos.

miércoles, 15 de abril de 2009

Una gaviota equivocada

("O mare e tu". Dulce Pontes y Andrea Bocelli)

Contempla el ser íntimo
sintiendo el milagro de la lluvia.

Apostado en el crepúsculo
explora el mar:
ausencia de velas
o de una gaviota equivocada.

Cada amanecer
absorto en el presagio de la huida
se desliza hacia el sueño de la raza olvidada.



domingo, 5 de abril de 2009

Cada Amanecer


Cada amanecer
me despierto en el pliegue de tu cuerpo.

Cuento los minutos: uno, dos, cuatro...
Siempre pierdo el hilo en tu ausencia.

Duermes, y mueres.
tu sueño es la distancia de la boca
que ya no besa,
que respira agitada,
que calla.

Mientras me engaño
ríes con dientes afilados.

Palpita el núcleo de tu esencia
Lejano
mientras se enhebra al frío de mi locura.

sábado, 4 de abril de 2009

Abril

El cielo del hemisferio Sur
El mapa electrónico de 100.000 galaxias del universo cercano (hemisferio Sur). Nuestra Vía Láctea está en el centro del mapa.

Abril es un mes raro. Nunca sabe uno si va o viene. Es un mes rico en el refranero y en las canciones. De estas últimas las hay bellísimas. Amaury Pérez tiene un “Acuérdate de Abril” que siempre me emociona. Pero no hay que olvidar los Abriles de Carlos Cano y de Pablo Milanes. O ese otro “quien me ha robado el mes de Abril” de Sabina.

Y de entre los refranes, me quedo con aquel de “las mañanitas de Abril son dulces de dormir”, que a mi se me va la vida en sueños dulces. Pese a ser un mes de encrucijada, ni invierno ya, ni franca primavera, es sin duda un tiempo propicio para el recogimiento y para tirarse a la calle, a partes iguales.

Aquí, en el Levante, los días son claros a estas alturas. Un fresquito reconfortante por la mañana y calor al medio día para volver a echarse algo encima al caer la tarde. Casi un paraíso. Abril significa “apertura”, y así tengo yo a este mes en mi aprecio.

No es en vano.

Tengo en mis archivos un mes de Abril muy importante. Para ser exacto un 23 de Abril, día de San Jordi, ese en el que se regala un libro y una rosa, si. Día del Libro por ser aniversario de importantes personajes: El 23 de abril de 1616 fallecían Cervantes, Shakespeare y el Inca Garcilaso de la Vega. Importante porque ese concreto 23 de Abril marcó un cierre y una apertura en mi vida. Mucho tiene que ver la página en la que escribo con esa fecha. Mi regalo fue “La sombra del viento”. La Rosa la guardo en el corazón.

El tema musical que suena tiene mucho que ver con aquel entonces.




miércoles, 1 de abril de 2009

Murallas



Sin consideración, sin piedad, sin pudor
en torno mío han levantado altas y sólidas murallas.

Y ahora permanezco aqui en mi soledad.
Meditando en mi destino: la suerte roe mi espíritu;

tanto como tenía que hacer.
Cómo no advertí que levantaban esos muros.

No escuché trabajar a los obreros ni sus voces.
Silenciosamente me tapiaron el mundo.



(K. Kavafis: Murallas.)