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lunes, 14 de julio de 2008

Mnésareté


Sueño que la fatiga se anuda en torno a mi garganta. El maestro cincela con amor la piedra mármol y la convierte en suavidad, en deseo: en la belleza.


Antes del baño, Afrodita se cubre con un leve velo. Ajena a su belleza se acerca a la hydria, vuela, sueña. Es hermosa desde lo más hondo del tiempo, sin destino, solo para serlo. Y, precisamente esto, es lo que la hace eterna. Afrodita no sabe de celos ni victorias; nada se mueve en ella para ser ofrecido. El cielo se abre para contemplar ese huracan de sus caderas, pero ni una gota del océano la ha de tocar. Y ella que nada sabe, lo sabe.


El maestro enloquece por esa distancia ingenua de la diosa. ¿Cómo atrapar la belleza?. Y busca entre el polvo la hermosura, y halla en la belleza la razón de su obra incompleta. Igualar el tacto de la piel y la piedra. Friné es la diosa.


Ya convertida, ahora no Afrodita, Friné deja caer lánguidamente sus vestiduras y se gira en un gesto despreocupado de pudor. Su mano no alcanza a cubrir el centro del Universo. Es el mismo universo que salvará su vida ante los jueces, acusada de desvelar los más íntimos secretos del misterio de la vida y la fecundidad. El mismo universo que llenará de amor y ciencia el mundo allá por donde la Diosa pasea.


Ahora, amante, Friné reclama para si la imagen de Eros, la más preciada para el maestro. Se sumerge en el agua y cierra los ojos dejándose besar por su destino.

viernes, 4 de julio de 2008

Breve Historia en dos momentos:




En un atardecer de violetas - mi aroma - la presencia de la Vida me sugirió tanto que no tuve más remedio que calarme las gafas, coger recado de escribir y, como tantas veces, en la barra de algún bar, traspasado por el ruido necesario, escribir esto:



TU INVENTO

Pensé que no hacía falta saberte como siempre
y calmar en mi cuerpo tanta sed de vida:
un sueño de suspiro entre las cejas
cuando caminabas mi piel.

Te sigo.
Me arrastro por tu infinito de zarzas y desiertos:
aún rozando el final, salto las horas para ti.
Tiemblo en la imagen de tus dedos.

Es la noche de la espera larga,
seca, de lágrimas contenidas.
Vivo donde habita la sed.
Tu mano es sólo el ancla que me une al mundo.

La gaviota pasea ajena a mi lado y te mira asustada

A la hora de apagar la vida
te pienso dormida en mi cuerpo,
escribiendo dulzura en tu piel.

Habla, mi amor,
que yo te tapo la vida mientras sueñas,
que no dejaré
una gota de tu humedad sin beber

Y, si lo necesito,
que me borren las palabras justas
para ser, exactamente, tu invento

Dame un beso y te digo la luna.




En otro tiempo, la misma vida, ¡pero que distinto! tambien escribí. Ya no era el tiempo de la dulzura hecha carne, sino el de la sangre derramada.



CONTANDO PALOMAS

La paloma ya no cuenta.
Ahora es
Sangre en la sonrisa perfecta.