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martes, 23 de marzo de 2010

Desencuentros


Atendiendo al mandato recibido
He tenido que hacerme el harakiri.

La sentencia se puso de antemano
sin dejarme el espacio pertinente
de defensa, que hubiera hecho mas grata
la pena confirmada.

Una angustia recorre las palabras
que se quedan colgadas en mis labios
cada vez que pretendo disculparme.
No hay manera de hacerte un comentario
que exprese mi dolor impertinente,
sin que sienta tus uñas que se clavan
en el centro de toda mi paciencia.

Me cuestiono vivir esta aventura,
que no tiene mas límite que tu ansia
de vivirle la vida hasta al vecino.
Y más bien me planteo emborracharme,
escapar como pueda de tus neuras,
irme de putas.
Lo que sea por salir del agujero
que pones a mis pies sin esperanza
de que, algún día, como dice el maestro:

“coincidamos, te dejaras convencer y fueses
como siempre te he imaginado”.



miércoles, 10 de marzo de 2010

Como el que oye llover

Le debo muchos ratos de gozo y reflexión a Don Manuel Alcántara. Este poema, como otras muchas cosas que traslado al papel, se debe a su esfuerzo diario en el periódico local. Yo, personalmente, envidio su facultad de decir lo cotidiano, lo hermoso y lo deleznable, de una manera tan exquisista, sin paños calientes...


El otoño regala anuncios por las aceras
como el que oye llover.

Ahora todo es invierno
que envejece sin gloria y sin dinero
a la espera de la resurrección de la carne.

jueves, 4 de marzo de 2010

Para ese tiempo


Cuando las cárceles
se declaren zonas desérticas,
y no haya colores proscritos.

Cuando crisis quiera decir momento
y no desesperanza;
y los bajitos vuelvan a jugar en la calle.

Cuando el discurso que esgrimen los necios
deje de ser espada
blandida contra la inocencia.

Para ese tiempo
en que levantes los ojos del suelo

yo me habré ido.