Por un momento, vamos a creer:
No hay asador al que echar carne,
ni huesos que no sean de santo.
Aprendamos a hacer
un caldo de cultivo sin veneno.
Sin pensar la sabana
como un plato de arena;
la selva una ensalada;
la guerra, el condimento de la vida.
Soñemos un momento
que los niños no mueren
o que esta tarde en el cine dieran sesión doble
y que las balas son de chocolate
Que de nuevo un diluvio se apodera
de los hombres que maltratan la tierra.
Que nunca despertamos de ese sueño
y que al fin, de una vez
se acaban los diarios.