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lunes, 22 de agosto de 2011

Considerando que no he muerto


No es mi muerte aún la que llama.

Si ella estuviera dentro
querría un epitafio que ensalzase
mi pecho envejecido
por tantos cigarrillos cada día
que no puedo contarlos.

Querría
es un decir
repasar los pecados de mi vida
sin tener contacto alguno
con tu sexto mandamiento:
el que ocupa la parte más venial
de muerte que no tengo perdonada.

Y así esta noche
que no es tan tarde como parece por su luz
ni es, por tanto, mañana ni crepúsculo
sigo los signos que dicta mi piel.
Porque es una noche, sin más
y no me muero.

Y es que, morirse, necesita
de males suficientes
en el cuerpo y en el alma,
y de un Caronte
y además
de una decididamente incierta voluntad
de no vivir