
Atendiendo al mandato recibido
He tenido que hacerme el harakiri.
La sentencia se puso de antemano
sin dejarme el espacio pertinente
de defensa, que hubiera hecho mas grata
la pena confirmada.
Una angustia recorre las palabras
que se quedan colgadas en mis labios
cada vez que pretendo disculparme.
No hay manera de hacerte un comentario
que exprese mi dolor impertinente,
sin que sienta tus uñas que se clavan
en el centro de toda mi paciencia.
Me cuestiono vivir esta aventura,
que no tiene mas límite que tu ansia
de vivirle la vida hasta al vecino.
Y más bien me planteo emborracharme,
escapar como pueda de tus neuras,
irme de putas.
Lo que sea por salir del agujero
que pones a mis pies sin esperanza
de que, algún día, como dice el maestro:
“coincidamos, te dejaras convencer y fueses
como siempre te he imaginado”.