
Mientras hablas
las cosas se suceden sin descanso:
se enredan las visiones del presente entre tus senos
las pastillas adecuadas para el caso, con tu boca.
Una araña descuida su tarea
y se empeña en remendar tus ojos somnolientos.
La música termina,
te abandonas en un mundo olvidado,
sin puentes levadizos
inútiles por falta de demanda.
Entonces
el día precipita tinieblas en tus ojos,
te envuelves en un manto impenetrable de distancia.
Dejas que el cuerpo
ya sin senos, ni boca,
ni deseo que lo haga utilizable,
se deslice hasta adquirir la posición horizontal.
Y te duermes.