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jueves, 23 de abril de 2009

Obsesiones





Reconozco que hay momentos sublimes en los que creemos que casi todo nos da lo mismo. No es verdad, ya lo sabemos, pero mientras dura esa sensación, nos recorre el cuerpo una noción de libertad casi mística. Y creemos ser felices. Por unos momentos.

Yo, que me tengo por concienzudo, en los intermedios, trato de sistematizar el galimatías de sentimientos pernisosos del desamor, por ese ansia científica mía de hacerlos reproducibles. O sea, que pienso y pienso a ver cómo consigo recuperar los momentos felices desde aquellos otros en los que me siento desgraciado.

Y no hay manera. Algo debe fallar, porque cuando estoy que da pena en la cuestión de los ánimos, no hay forma de mejorar la situación. Un día de estos acabaré por tirar la toalla y decir aquello tan murciano de “lo que é, é” (traducción al castellano: “lo que es, es”).

Pero lo que me hace sentir más torpe aún es que tengo distintos recursos muy a mano para mejorar (teóricamente) las situaciones. Me gusta estar con los amigos, tomar cervezas o copas, pintar, escribir, escuchar música e, incluso, pensar en la musaraña. Y no hay forma, los chuzos van a donde van.

Juro que esto no tiene nada que ver con la crisis: es algo que me acompaña desde siempre. Y me da grima pensar que es una incapacidad congénita mía. Hay quien, periódicamente, me manda al psicólogo o al psiquiatra, según ande su propio estado de ánimo o su rencor. Yo personalmente creo poco en los psicólogos y nada en absoluto en los psiquiatras. Por eso sigo tratando con ahínco de recordar en cada momento cómo eran las cosas la última vez que fui feliz, y recobrar ese camino. No siempre es posible. Invariablemente alguien de tu entorno más cercano y afectivo, se opone a esa voluntad esgrimiendo el arma de sus últimas voluntades. No soy yo de dejar las cosas en manos ajenas, pero es que, madremiademialma, a veces es muy difícil superar ciertas zancadillas.

Como esta reflexión no tiene corolario, ni los sentimientos que la animan están por desaparecer, os dejo el bolero de Sabina como voz de dudosa esperanza. Y si a alguien se le ocurre una receta maravillosa que alivie los males del alma cuando uno se encuentra frente al des-alma-do, que tenga la bondad de escribirla.

Será muy de agradecer.

6 comentarios:

Pilar dijo...

"Vivir con el alma aferrada a un dulce recuerdo que no ha de volver".

Manuel,espero que sea verdad que esos sentimientos estén por desaparecer.
La fórmula de la felicidad no está en intentar revivir aquello que nos hizo felices, si no en seguir adelante y buscar la felicidad en otra parte.
"Al andar se hace camino y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar".
Y por supuesto, no tengo que decirte que para superar ciertas cosas los amigos y las copas, siempre antes que un psicólogo!!!jajaj.
No me gusta verte así!! Un besoo enorme!!

Anónimo dijo...

Deja que los chuzos te lleven hasta mi piel.Déjame acompañarte en el desamor.Déjate besar.

Anónimo dijo...

Hay un tiempo para sufrir y un tiempo para amar...

La Solateras dijo...

Bueno, las dos recetas que te han dado las anteriores comentaristas me parecen estupendas. Primero las copas, luego los besos, luego otra vez copas. Mucho mejor que el psicólogo y que colgarte del pasado. Otra buena fórmula es convertir las penas en literatura y eso lo haces muy bien.

Manuel dijo...

Hola, Solateras!... tiempo sin verte.

Analizando las cosas que me encuentro, no pienso irme a ninguna piel para aliviar no se qué desamor. Me gusta la piel que tengo y no la voy a cambiar por ninguna otra.

Y si, puede que sea cierto que hay tiepos para sufrir y para amar. Como los hay para reir, para jugar a las damas o para tocarse las narices. ¿Por qué no?.

Pero lo cierto es que lo que me gusta es poder escribir lo que siento, sin censuras. Y encontrar un comentario como el tuyo, que no pretende redimirme, ni corregirme ni dar explicación a mis desvaríos. Y luego las copas, y charlar con los amigos y mi momento íntimo de cada noche, que no falte!.

Gracias por venir, Solateras.

Javier dijo...

Manuel, Manuel,antes era el cura, ahora el psicólogo. Alguien con quien hablar para desenredar en voz alta los nudos internos. Pero tú, bien lo has dicho, tienes los amigos. No todos son capaces de tenerlos y mantenerlos. Vivimos en época de soledades. Ya sabes que aquí tienes uno. Eso sí, no garantiza los resultados.

Un abrazo de oso.