
Más de 9 meses de gestación, entre idas y venidas, convocatorias, pasajes, gente que se suma y otra que se resta. Y, por fin es una realidad.
Esta vez la cosa se pone desapacible, porque hay que estar en Barajas sobre las 3 de la mañana. Salimos a las 6 hacia Ámsterdam. ¡Menudo viaje!. Yo no quiero ir a Ámsterdam. Y no es que me importe ir allí, no: es que mi objetivo está un poco más lejos. ¿Cuánto más lejos?.
Veamos: Llegaremos allí y esperaremos a que un monótono altavoz escondido nos diga que nos vayamos a algún lugar de aquel aeropuerto, tan inhóspito como todos los demás. Y montaremos en otro avión, esta vez de otra compañía, de las líneas malayas, creo, para irnos un poco más hacia el Este. Esta vez hasta Kuala Lumpur. ¡Así que no os cuento!. Pasaremos media vida dormitando en nuestro asiento del avión, entre películas de dudosa calidad, comida más dudosa aún y sueños benéficos que nos hagan más cortas esas muchas horas atravesando Europa y Asia en dirección al sol naciente que se estrella rápidamente contra nuestros ojos.
Vamos a ver otra zona del océano, con las mismas rocas, los mismos peces, quizá otros tiburones que deseamos fervientemente encontrar. Bichitos pequeños a los que fotografiar. Otros días para convivir a bordo de un nu

Esta vez en Thailandia.

Ya os contaré el resultado cuando regresemos. Espero que haya algún episodio emocionante, de esos de corrientes marinas que nos arrastran lejos de los barcos, tiburones asesinos cuyas fauces amenazantes se ciernen cerca de nuestras máscaras de buceo; abismos profundos que descendemos a riesgo de que el aire se acabe en lo más hondo y quedemos atrapados en un laberinto de sirenas y caballitos de mar risueños…
De momento, nos vamos…