
El tiempo sopla
una lluvia intensa de despedidas
y billetes de metro
que teje el desencuentro minucioso
de un ser agonizando,
masacrado por la ruina inminente.
Busca, desesperado
entre basuras, la prenda soñada.
Símbolo del rescate,
de una locura colgada en el puente
de todo este desorden
que lo entierra y no llega a comprender.
Yo soy mi propio público;
asido a mi soledad indecente,
crecido como huérfano
entre vómitos de alcohol y tabaco
y alguna otra vileza.
Y siempre pensando, mejor que siendo.