A Santiago Solano

......Ah, vanidoso Abad!. Quien habría de decirte que esos minutos de gloria te llevarían al destierro más oscuro.
......6 de Abril de 1320. Tu hermosa retórica no embaucó al Papa de Avignón. Quizá sirvió para encauzar los deseos de independencia de los nobles escoceses. Quizá, como una mosca en el plato de Su Santidad, sirvió como acicate para que su pluma mirase hacia Eduardo III y le dijese “no compliquemos las cosas por el momento”. Quizá Juan XXII andaba muy ocupado declarando herejes a quienes afirmasen que Jesús y sus discípulos no ansiaban bienes materiales.
......En tu borrachera de poder la viste. Conseguiste bajo pecado su intimidad y su cercanía. Pero no mediste el poder de Avignón ni el alcance de su larga mano. Igual que Juan apartó al de Bavaria te relegó a ti a la soledad, al olvido, al frío.
......Y, ahora, tus pies congelados son apenas testigos de la cercanía de la muerte. Tus escritos sirven de alimento al Inglés mientras tu pan se pudre en el frío del invierno de Escocia.
......Tu única gloria será ver imitada la retórica del discurso que con tanto placer construiste, en la Carta Magna de un País que, siglos más tarde, vino a enredar mucho más los destinos del mundo.