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lunes, 10 de noviembre de 2008

La cesta de Navidad

Los signos externos cada día se parecen más a los chocolates: ocupan nuestra ansiedad y no sabemos distinguirlos y, mucho menos, clasificarlos en nuestro paladar.

Tanto da si aparece un cadáver, dignamente torturado y maniatado, en mitad del océano, como si nos anuncian medidas flexibilizadoras como solución de la crisis económica. O lo que es lo mismo, nos anuncian con ellas la parición de nuevos cementerios igualmente dramáticos.

No ha cambiado la historia. Las soluciones siempre pesan sobre las espaldas mejor entrenadas, que siempre han sido las más silenciosas. Por suerte, a veces, el peso solo consiste en aliviar el peso: “López, este año no será necesario que cargue vd. con la cesta de Navidad hasta su casa: la empresa, solidaria con la mala situación económica mundial, ha decidido no hacer regalos a sus empleados”. La decisión fue tomada, naturalmente, en el curso de una reunión de los directivos, celebrada en el reservado de un famoso restaurante madrileño…

Nos quedan las sorpresas del nuevo año en el que sin duda los economistas, que - como dice Don Manuel Alcántara - ya que no pueden darnos dinero nos dan consejos, nos propondrán descansos laborales prolongados en bastantes sectores, facilitar los despidos y aliviar las contrataciones. Claro que los muertos con las tripas vacías suelen ser menos silenciosos, aunque sean mayoría.

Lo dicho, todo esto sabe a chocolate: al chocolate del loro.

2 comentarios:

Javier dijo...

¡Vaya Manuel, me voy tres días de viaje y cuando aparezco por tu casa veo que estás desmontándola. El sutil poeta se ha convertido en ácido y crítico cronista. ¡No te lo voy a advertir más! La prosa la hago yo y tú tienes que hacer sólo poemas cálidos. Pero ¿dónde se ha visto que me quites una posible idea para un relato en el que se describa cómo se reúnen los directivos en un restaruante para quitarle cosas a sus empleados? Haz el favor, esas ideás te las guardas y no las sacas. ¡Que me quitas el pan de mis hijos!
Bueno, ahora en serio, un abrazo. Veo que tocas todos los palos y además lo haces bien. ¡Adelante!
Pd.- Ya prometiste en otro post que este blog iba a ser más, y lo estás consiguiendo.
Un fuerte abrazo
Javier

Anónimo dijo...

Creo que debo pedirte perdón, Javier. Ni intención de cavar bajo tus pies. Reconozco en tí al sensible narrador que eres y te seguiré leyendo con fervor.

Anoche, si ir más lejos, me proporcionaste un ratillo amable con tu relato de MAryrlin... Me encantó.

Si garrapeteé este "artículo" hubo razón para ello. Me vino a cuento de una conversación y de ciertas restricciones por la crisis. Creeme, el cuento venía a cuento.

Gracias por seguir cerca. Un abrazo entrañable.