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sábado, 24 de enero de 2009

Relatos Solidarios

Mal que bien, he tratado de cumplir con el compromiso. Javier se merece eso y el Proyecto en si, también. Cada dia veo como crece el número de relatos y pienso que habrá materia para publicar más volúmenes y, por tanto, para que esto sirva a más personas.


DAMIAN



Damián sentado junto al ventanal, ante su mesa de trabajo, miraba hacia el jardín, en el que un grupo de chopos esbeltos proyectaba la sombra de la tarde sobre el camino trazado con piedras y verde hierba. Un poco más a la derecha, a la sombra de unos robustos cipreses, el agua de la piscina reflejaba los colores del crepúsculo.

Se fue hundiendo lentamente, sin darse cuenta, en el agua que ahora ya le empapaba los pantalones y, de repente, la piscina carecía de fondo y paredes. Todo a su alrededor era luz azulada, tenue que, como una corriente plácida, lo arrastraba hacia algún fondo desconocido.

Desde aquella ventana, Damián se veía a sí mismo, a través de la tersa superficie del agua, hundirse sin sensación alguna de ahogo. Comenzó a alarmarse porque, a pesar de que la profundidad alcanzada era ya considerable, él, Damián, seguía viéndose desde la ventana y, por otro lado, él, Damián, podía verse desde el seno del agua, cada vez más abajo, mirando desde el otro lado de los cristales.

Fue arrastrado por alguna intención concreta hacia un abismo en el que ya la luz no cambiaba. Y se sintió discurriendo con gran agilidad por un amplio canal inundado de luz. Aquel tono azul del agua que lo tragó al principio había cambiado, convirtiéndose ahora en un matiz verde líquido, intenso y cristalino a través del cual podía ver todo lo que había dentro y fuera de aquel medio excepcional.

Y desembocó en algún sitio que era la totalidad de cualquier cosa que pudiese imaginar. Un lugar desde donde sus sentidos podían percibir el tacto líquido en que se sentía y el de la madera de la mesa en la que Damián estaba apoyado. Desconocía la forma de su ser, pero la imaginaba en su propia visión ante el ventanal. No tenía noción del tiempo, pero sabía cómo era su rostro porque lo estaba mirando de frente.

Y Damián, desde su mesa de trabajo, mirando su rostro inmerso en aquel verde líquido cristalino, tomó la estilográfica entre los dedos, suavemente, como si temiese dañarla, y escribió, centrado sobre el blanco folio:

“... sentado junto al ventanal, ante su mesa de trabajo, Damián miraba hacia el jardín, en el que un grupo de chopos esbeltos proyectaba la sombra de la tarde sobre el camino trazado con piedras y verde hierba. Un poco más a la derecha, a la sombra de unos robustos cipreses, el agua de la piscina reflejaba los colores del crepúsculo...”.

3 comentarios:

Pilar dijo...

Sabes que me gusta! Si es que...!! que lo haces todo bien! jajaj. Un beso

Javier dijo...

Manuel,aunque algunas veces no te ponga ni una nota, ya sabes que estoy ahí. En tu anterior post te sentí enfadado, muy enfadado. Tal vez me equivoque, aunque puedo entender las razones que das.
En cuanto a tu relato, qué quieres que te diga... A partir de ahora, no vas a escribir más relatos. Me engañas, no me vuelvo a fiar de tí. Me decías: "Yo no se, yo no se..."
¿Y para qué, para humillarme luego? Esto no se le hace a un amigo. Vas a hundir mi carrera. Un relato, sólo uno y me hundes en la miseria. Voy por la calle y me dicen: "Ah, tú eres el amigo de Manuel Carrasco el escritor de relatos en la Red. ¿Y tú como te llamas?..."
¡Mal amigo! ¡Falso! Has conseguido que comprenda a Salieri

Pd.- Ahora que lo pienso, yo también estoy cabreado.

Un abrazo de oso.

Javier.

Manuel dijo...

Querido Javier: lo que más me alegra de tu entrada es saber que el Huracán no ha podido contigo. O sea, que seguiré leyéndote para mi regocijo.

Por lo demás , ya sabes, el caracter de estas Españas es así: ¿quien es aquel señor de blanco que hay al lado de Manuel?, decían en la Plaza de San Pedro de Roma...

Nos tiramos a lo último que llega!.

Me quedo con tu abrazo de oso y te mando un gran beso.